Una de las principales fortalezas del mindfulness como terapia radica en su enfoque holístico: considera a las personas como seres integrales, teniendo en cuenta no solo su cuerpo físico, sino también su mente, emociones, espíritu y entorno. 
En lugar de simplemente tratar los síntomas superficiales de la ansiedad, la depresión u otros malestares, el mindfulness aborda la raíz misma del sufrimiento humano: nuestra relación con nuestros pensamientos y emociones. 
¿Y cómo podemos hacerlo? Pues bien, al observar nuestros pensamientos con una actitud de aceptación y compasión, podemos liberarnos del ciclo destructivo de la rumiación mental y encontrar una mayor claridad y paz interior.
Por otro lado,  nos enseña a cultivar una mayor consciencia de nuestro cuerpo y nuestras sensaciones físicas, podemos reconocer y responder de manera más efectiva a los signos de estrés o malestar, previniendo así la acumulación de tensiones físicas que a menudo acompañan a las dificultades emocionales.
Reacción automática vs Resiliencia emocional.
Al entrenar nuestra mente para permanecer presente incluso en medio de la adversidad, desarrollamos la resiliencia emocional: una mayor capacidad para manejar el estrés y los desafíos de la vida cotidiana. 
En lugar de reaccionar automáticamente ante las situaciones difíciles, aprendemos a responder de manera consciente y deliberada, reduciendo así la probabilidad de caer en patrones de pensamiento negativos o destructivos.
¡Y también cuidamos nuestro cuerpo!
Además de sus múltiples beneficios para la salud mental, el mindfulness también ha demostrado tener efectos positivos en la salud física: reduce la presión arterial, fortalece el sistema inmunológico y mejora la calidad del sueño. 
Desde Mindful Science hemos creado un programa exclusivo que ayuda a mejorar la elasticidad y movilidad a través del estiramiento consciente: Mindful Fitness (puedes conocer más de este proyecto aquí)