¿Se hereda el estrés? Transgeneracional y epigenética conductual
8 min de lectura - 28 Ago 2016
El estudio transgeneracional no es una “terapia” en el sentido estricto de la palabra, sino más bien un trabajo de toma de conciencia que nos permite comprender los elementos del pasado que han contribuido a nuestro desarrollo y formación, así como al establecimiento de nuestro sistema de creencias.
Ya desde la década de los 1970 los terapeutas comenzaron a interesarse por la influencia que el linaje tiene sobre el individuo. Profesionales como Anne Schützenberger, Maria Torok, Nicolas Abraham o Pollock redescubrieron algo que muchas otras culturas nunca olvidaron: el inconsciente familiar interactúa con el inconsciente personal.
Con el fin de comprender los fundamentos del estudio transgeneracional es indispensable que revisemos nuestra concepción lineal del tiempo y nos deshagamos de los conceptos propios del pasado, el presente y el futuro. Para el inconsciente únicamente existe el presente, el ahora; todo sucede en un eterno ahora. Así, deberemos ser capaces de concebirnos a nosotros mismos dentro de la visión lineal del tiempo (pasado, presente, futuro) a la vez que en la intemporalidad del perpetuo presente.
El estudio de nuestro árbol genealógico nos ayuda a entender la naturaleza familiar o ancestral de nuestras relaciones. Nos lleva a descubrir las dinámicas y patrones que generan identificaciones e implicaciones de una generación a la siguiente y que repercuten de forma adversa sobre nuestra vida. La observación y análisis de nuestras raíces es un ejercicio verdaderamente sanador. En la escuela se nos enseña la historia de nuestro país y de nuestra cultura, pero no se suele prestar atención alguna a nuestra historia familiar.
El estudio transgeneracional parte de la premisa de que ciertos patrones de conducta inconscientes se transmiten de generación en generación, lo que en muchas ocasiones constituye un enorme obstáculo en el proceso de autorrealización de una persona. De ahí que sea indispensable el estudio del árbol genealógico si deseamos tomar conciencia de nuestra herencia inconsciente.
Con el fin de comprender los fundamentos del estudio transgeneracional es indispensable que revisemos nuestra concepción lineal del tiempo y nos deshagamos de los conceptos propios del pasado, el presente y el futuro.
Transgeneracional y Ciencia
Aplicada a nuestra vida cotidiana, la física cuántica nos ofrece la posibilidad de desarrollar una manera creativa de pensar, una estrategia diferente de hacer frente a los problemas. El simple hecho de observar (procesar lo que vemos también implica un componente emocional) determina la realidad objetiva, puesto que derivada de esta observación cada partícula deberá elegir un camino u otro. Estamos afectando a ese mundo objetivo, externo a nosotros, usando únicamente nuestra percepción y nuestros pensamientos.
La física cuántica nos proporciona la prueba definitiva de que es posible modificar la información contenida en la mente inconsciente. Como hemos visto, el entrelazamiento cuántico ignora el espacio-tiempo, por lo que los conceptos de pasado, presente y futuro son constructos puramente mentales. En realidad, la información se encuentra en un presente, en un eterno ahora, y se manifiesta por medio del subconsciente en el presente. Así, la información grabada en la mente inconsciente relativa a los traumas de la infancia, las vivencias experimentadas durante el embarazo y las experiencias vitales de nuestros ancestros están vivas en nosotros en un eterno presente. Es por eso que hemos de trasladarnos a ese teórico pasado del que continuamente emana información para transformarla. No somos víctimas de nuestra herencia ni de nuestras experiencias: tenemos un papel activo en la construcción de nuestra realidad.
Una de las principales bases científicas del estudio transgeneracional es la epigenética conductual. Esta disciplina postula que las experiencias de las personas no desaparecen, sino que se adhieren a ellas bajo la forma de un residuo molecular que se fija al material genético. Esto no significa que el ADN se modifique, sino que los aspectos psicológicos y conductuales de una persona (los que están sujetos a una regulación química, como en el caso de la depresión, que produce el desequilibrio de determinados neurotransmisores) pueden ser transmitidos a la descendencia. Estos residuos moleculares son, entre otros, los grupos metilo, los cuales pueden llegar a replicarse junto con el ADN durante numerosas generaciones. De acuerdo con la epigenética conductual, las experiencias traumáticas vividas en el pasado, o las de nuestros antepasados recientes, dejan marcadores moleculares que se fijan al ADN.
Estudios sobre la herencia epigenética
Uno de los estudios más esclarecedores es el estudio realizado por el equipo de Rachel Yehuda (Hospital Monte Sinai, Nueva York) acerca de los efectos a largo plazo del Holocausto. Estudiaron genéticamente a 32 hombres y mujeres judios internados en campos de concentración nazis, que habían presenciado o experimentado torturas o habían tenido que esconderse durante la Segunda Guerra Mundial. Además, estudiaron a su descendencia, la cual demostró una probabilidad aumentada de padecer trastornos de estrés en comparación con las familias judías que vivieron fuera de Europa durante el Holocausto.
El equipo de Yehuda descubrió que el estrés crónico vivido por los padres, transmitido a su vez por estos a su descendencia, se debe a una menor producción de una hormona que ayuda a eliminar el cortisol (la hormona del estrés) del organismo; se trata de un mecanismo de adaptación al estrés continuado para incrementar las probabilidades de supervivencia. Esta estrategia fue útil para la generación que vivió el Holocausto, pero no lo es para las siguientes generaciones.
Mindfulness: la conciencia de ser consciente
La pregunta que cabe responder ahora es, ¿qué podemos hacer para mitigar o transformar estas respuestas inconscientes de nuestro organismo? No cabe duda de que existen infinidad de técnicas y abordajes que pueden ayudarnos en esta tarea, aunque todos ellos (los que son eficaces de verdad) tienen algo en común: tomar conciencia y aceptar el origen emocional de nuestros conflictos o enfermedades.
Hace tiempo se descubrió que la meditación puede desencadenar cambios genéticos y mentales, e incluso propiciar cambios a nivel molecular.
También podemos alcanzar la coherencia corazón-cerebro para reconocer, observar y acceder a estados emocionales específicos que permitan desencadenar una respuesta parasimpática del sistema nervioso autónomo. Ejercicios de atención plena y respiración son cruciales para navegar por nuestros estados interiores. Con práctica, esta nueva conciencia evoca un estado meditativo que equilibra de forma natural el sistema nervioso autónomo (encargado, entre otras funciones, de la respuesta al estrés o los procesos curativos). Esta regulación del sistema nervioso autónomo equilibra a su vez el sistema límbico y la amígdala, centros de la experiencia emocional.
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